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jueves, 20 de mayo de 2010

Transcripción de las palabras de la titular de la SEDEREC durante la Inauguración del Encuentro

“2008-2010.
 Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución, en la Ciudad de México”.
México, D.F., 20 de mayo de 2010.

Transcripción de las palabras de la secretaria de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, María Rosa Márquez Cabrera, en el encuentro de pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes de América Latina y el Caribe, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.

Hoy la Ciudad de México amanece de perfumes sublimes, de pájaros multicolores, de danzas, de cantos, de bailes, olores y sabores porque hay una gran fiesta con nuestros hermanos de América Latina, El Caribe, del interior de la República y de nuestros pueblos originarios del Distrito Federal.



Es la hora de los pueblos, anunciada con el tañer de las campanas y el lenguaje de la caracola; voces que se levantan en la defensa de nuestro derechos, como indígenas, originarios y afrodescendientes.

Esta convocatoria hecha por el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades y la Autoridad del Centro Histórico con la concurrencia de distintas dependencias, delegaciones, organizaciones, la Asamblea Legislativa y los pueblos originarios de nuestra Ciudad Capital, pone el acento en la reflexión, análisis, debate e intercambio de experiencias sobre temas que son inaplazables en el modelaje de la sociedad del siglo XXI.

Queremos poner el acento en el espíritu de este Encuentro que radica en que el actor gubernamental pone a disposición de los pueblos un campo fértil de interrelaciones sociales para el debate amplio e incluyente, compartir e intercambiar conocimientos, prácticas y saberes. En discutir, desde sus aspiraciones, un gran mosaico temático, multifacético, partiendo de las realidades socioeconómicas y políticas como formas de resistencia de los pueblos.

Particularizaremos en el significado que tiene su participación en los movimientos libertarios de los últimos doscientos años que le dieron sentido al surgimiento de las naciones latinoamericanas y del Caribe, pero que, en el transcurso de este devenir histórico, y a pesar de afianzarse derechos sobre la tierra, sus recursos, el sufragio efectivo y la ampliación de los derechos sociales, lo cierto es que éstos no fueron aplicados en un sentido equitativo y respetuoso, prevaleciendo la idea occidental, positivista, neoconservadora, dicotómica, en la construcción de los marcos jurídicos y el ejercicio del poder público.

De ahí que la lucha de los pueblos continúa; la deuda social histórica no logra resarcirse, porque existen inercias desde el poder hegemónico, en el que se afianzan las apariencias. Los conceptos cambian sólo de membrete y no de contenido. Se prefiere el uso de la tolerancia en lugar del reconocimiento; de la multiculturalidad en lugar de la diversidad cultural o pluralidad; en la gobernanza en lugar de la gobernabilidad; el desarrollo en vez del buen vivir y vivir bien; y la gestión en vez de la administración.

En tal sentido, el modelo económico imperante atenta contra el bien común; se instauran leyes que sólo benefician a unos cuántos; se niega el reconocimiento de los derechos preferentes sobre las tierras y sus recursos en beneficio de los pueblos; se patenta el conocimiento tradicional, se instauran modelos productivos con semillas improductivas; se bursatilizan los precios a futuro, se disminuye y privatiza el acceso a los servicios públicos; en suma, se disminuyen los logros históricos de defensa de derechos para seguir beneficiando un modelo económico que ha sido incapaz de siquiera cumplir con sus propios ideales.

Si este es un escenario general sobre la situación que afecta a la mayoría de la población, las afectaciones que ésta tiene sobre los colectivos sociales más olvidados, históricamente, se incrementan. Por ello, es importante seguir construyendo espacios de debate como el que hoy iniciamos con este Encuentro del cual, estoy segura, nutrirán las formas y mecanismos de reacción para construir sociedades más equitativas e incluyentes que partan de una postura clara e impostergable que deberá ser repetible en otros momentos de hoy en adelante.

Con este Encuentro, queremos sumarnos a los esfuerzos para construir mecanismos internacionales que pasen de la Declaratoria a la Convención; de la política a las acciones, de los discursos a los hechos.

Estamos iniciando con este proceso una nueva forma de convocatoria, toda vez que estamos lejos de que este Encuentro parta de una lógica dicotómica sino que sea el gobierno un medio que ponga a disposición de los pueblos espacios para discernir el curso del tiempo para apoyar las aspiraciones y necesidades reales, mesurables, intangibles que ciertamente para algunos solo signifiquen un capital de cualquier índole pero que para las representaciones de los pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes, que a partir de hoy convergen en esta iniciativa, resulta un potencial que coadyuvará en la formación de sociedades plenas.

No quisiera finalizar sin agradecer y reconocer la presencia de las representaciones de 50 pueblos originarios del Distrito Federal, a cerca de 55 pueblos indígenas y afrodescendientes de la República Mexicana y a las representaciones de las 25 naciones de la región Latinoamericana, del Caribe e invitados de naciones africanas que nos acompañan puesto que se trata de un Encuentro de Pueblos para los Pueblos, así como a las y los representantes de instituciones académicas y de investigación, las organizaciones sociales, civiles y productivas, las y los representantes de la administración pública, de los poderes locales y nacionales y los organismos internacionales.

Auguramos una buena encomienda para cumplir con los objetivos trazados. Hemos considerado que no sólo el debate es importante sino también la manifestación de ideas, cultura y saberes nutrirán este primer Encuentro que aspira a ser permanente e itinerante.

La Ciudad de México se llena hoy de tonalidades que muestran la esencia pura de la interculturalidad; del canto de esperanza, de trinos sublimes, de esencias que amalgaman conocimiento, de sonidos armónicos: decantadores, penetrables y exigentes.

Damos pues la bienvenida a todas y todos a esta Ciudad de México, que día a día se consolida cada vez más el sentido de una Ciudad Hospitalaria e Intercultural de Abya Yala.

Muchas Gracias.

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